¡No tienes remedio! Giras la vista a la izquierda y... aparece un fantástico adonis de belleza arrebatadora que te cautiva. Tuerces a la derecha y... allí está ese hombretón
atlético y seductor que te mira apasionadamente. ¡Vista al frente! Y, ¡no me lo puedo
creer!... aparece un soberbio poeta que te conquista con sus versos de amor.
No, ¡no tienes remedio! Eres de las que se dicen enamoradizas. Te encandilan con una
suave caída de ojos, una medio sonrisa, una voz aterciopelada... Te impresiona un físico
imponente y un intelecto desmesurado. No tienes un criterio único. Y, desde luego, tampoco eres excesivamente selectiva: ¡te gustan todos!
Amor fantástico
En realidad, podría decirse que más que de las personas en sí, estás enamorada del
amor. Te encanta amar y sentirte amada. Es un sentimiento tan... ¡especial! Ya sabes: el
corazón palpita agitadamente, los suspiros se encadenan, el apetito desaparece...
¡aaahhh!
Estos inocentes amores que se encadenan minuto a minuto no le hacen daño a nadie. Y
tu imaginación derrocha fantasías e historias. ¡No pasa nada! Claro que tienes que saber
imponer un límite. En la mayoría de los casos no resulta difícil distinguir la realidad de
la fantasía... pero, en ocasiones, la mente puede extralimitarse.
En realidad estos enamoramientos pasajeros y espontáneos no tienen nada que ver con el amor. Se trata de caprichitos que normalmente nos concedemos para
alegrar la vista y el espíritu. Un sutil coqueteo, un jueguecito de miradas y unas
sonrisitas que, efectivamente, no conducirán a ningún resultado ni físico ni psicológico.
Es fantasía pura.
Sí, sí... muy bonito, muy romántico, muy de película... pero ¿cuántas de todas estas
aventuras ficticias que comienzan en tu mente llegan a materializarse? Quizá este
amor tuyo ideal es... irreal. ¡Aterriza! Vale la pena que, de vez en cuando, dejes de vivir
en este mundo de fantasía y vivas una aventura real.
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